El ideal materno que impone la sociedad oscila entre el sacrificio extremo y el papel de supermujer. Miles de horas consagradas a darlo todo con amor, y a cambio, ser diana algunas veces de lo opuesto, otras veces, del mismo amor, pero siempre de forma irregular, como si del vuelo errático de un colibrí se tratase. Su sencilla fórmula de amor y consagración nadie ha logrado replicarla con exactitud, y a pesar de que todos los días pueden ser de las madres, vivimos tiempos en que por momentos olvidamos a ese grandioso ser que nos acompaña siempre, ya sea de forma inmaterial o física. A todas esas madres del mundo, a las que lloran desconsoladas cuando les falta el plato de comida para sus hijos, a las que sufren en silencio los desmanes y desgarros del machismo y otros demonios, a las que sin pensarlo darían la vida por la del bebé que cargan en sus cansados brazos, a esos ángeles sin alas que nos sostienen cuando todo parece derrumbarse, a esas pequeñas niñas con sueños de princesas rotos que nunca tuvieron la muñeca que querían, y sin embargo, nunca lo dijeron, porque tuvieron que crecer de prisa por sus hermanos pequeños y dejar todo atrás, y ser madres, padres y hasta puntales de sus derruidas casas. A todas ellas, se les rinde tributo y admirada felicitación a través de este artículo, tomado de Cubadebate.